lunes, 14 de diciembre de 2009

Cantabria (II)

Día 2: Viveda - Cuevas de El Soplao (Rábago)
Distancia: 57 km // Tiempo: 45 min // Consumo: 5 L
Combustible: 4,65 € // Peajes: 0,00 € // Total: 4,65 €
Alojamiento: 35,00 € // Alimentación: 50,00 € // Varios: 20,00 €

El desayuno se sirve entre las 9:00 y las 11:00 y nosotros teníamos que tomarlo a primerísima hora porque teníamos reserva para visitar las cuevas de El Soplao a las 10:15. Estuvimos esperando desde las 8:45 en la entrada del cobertizo cerrado donde se hacen los desayunos, mientras veíamos como Antonio preparaba las mesas y contábamos la excelente temperatura que hacía para ser 6 de Diciembre.
En cuanto nos abrió el paso nos colamos al interior a comer rápidamente los bollitos de pan con mantequilla y mermelada y los sobaos acompañados de un caliente café casero y volvimos a los cuartos para terminar de asearnos y poder salir escopeteados. Seguro que alguien me mira mal si digo que a unos nos costó menos que a otros.
Nos habían pintado las cosas mejor de lo que esperábamos y mejor de lo que realmente fueron. Nuestra información decía que el viaje sería cosa de media hora y, como salíamos a eso de las 9:20 pasadas parecía que teníamos margen de maniobra. Fuimos por la A-8 a una velocidad moderada hasta la salida 269, un poco antes de Unquera, donde cogeríamos la CA-181 que unos 12 kilómetros más adelante nos dejaba en Rábago. Desde allí otros 7 kilómetros de subida en una carretera muy empinada hasta el parking de El Soplao.
Hora: las 10:16. Vimos desde las vallas como nuestro turno se introducía en la cueva.
Fuimos a la taquilla y sacamos las entradas por misericordia de la chica que había tras el mostrador. Eso nos dio la posibilidad de esperar a coger el tren que te adentra los primeros 300 metros de cueva, si en los siguientes grupos había huecos. Pudimos entrar, aunque las chicas por un lado y los chicos por otro.

La cueva de El Soplao fue descubierta a principios del siglo XX, con motivo de la explotación minera de La Florida y está considerada una de las grandes maravillas de la geología. Recibe este nombre porque es así como se bautiza a las grandes cavidades que se encuentras durante la excavación de una mina y que producen una fuerte corriente de aire.
Hicimos la visita corta, la turística. Comienza con la entrada a la cueva en una recreación de tren minero, como ya se ha dicho, a través de la galería minera de La Isidra. En el interior se hace una visita guiada de aproximadamente una hora a lo largo de diversas salas acondicionadas para el tránsito pero de una forma relativamente respetuosa con la cavidad. Digo relativamente por el impacto visual y no por daños provocados en los elementos.
Mediante juegos de luces y sonidos se muestran todos las maravillas geológicas que aquí se reunen: estalactitas, estalagmitas, coladas, columnas, excéntricas,... Algunas de ellas muestran una purísimo color blanco y otras están teñidas por los colores ferrosos de los materiales que se extraían de la mina y cuya tonalidad arrastra el agua al ir filtrándose por las rocas.
En nuestro caso, creo que nos tocó una guía un poco sosita, demasiado leída y que parecía llevar el relato aprendido de memoria. Además hay que ir preparado para esas situaciones en las que mucha gente quiere ver lo mismo al mismo tiempo; yo recibí dos empujones mientras avanzábamos por los pasillos de gente (de edad muy adulta ya) para pasar delante a toda costa.
La visita está muy bien y se pueden observar estampas que quedan en la retina por mucho tiempo. Y además se puede completar con otra visita, la de turismo-aventura, en la que se baja una par de niveles más abajo recorriendo durante dos horas y media otras galerías pero en estado natural. Para esta actividad se suministran trajes, botas, casco y linternas, que serán la única luz existente en el interior.
Nosotros no encontramos hueco los días en que estuvimos haciendo reservas, así que tendremos que volver para terminar la visita.
Nuestro siguiente destino sería San Vicente de la Barquera, obsesión evidente de una de las integrantes del grupo (con ella serán ya dos los que me miren mal), aunque era un lugar que todos teníamos interés en conocer .

Día 2: Cuevas de El Soplao (Rábago) - San Vicente de la Barquera
Distancia: 28 km // Tiempo: 40 min // Consumo: 3 L
Combustible: 2,79 € // Peajes: 0,00 € // Total: 2,79 €
Desandamos nuestros pasos por la revirada carretera de bajada a Rábago y continuamos hasta llegar a la N-634 que conduce directamente a San Vicente. Avanzando por ella, cruzamos sin respirar los dos puentes del pueblo, aunque solo sea el de La Maza el que ostenta el poder de hacer que quien lo cruza de esta manera se case pronto.
Ya que lo habíamos cruzado, bajamos de la furgo a sacar unas panorámicas de San Vicente desde el barrio de la Playa.

Volvimos hacia el núcleo urbano para aparcar y comenzar a callejear, pero como estaba todo lleno de gente nos costó un rato. Pudimos hacerlo acercándonos a la parte alta del pueblo, que era la que más nos interesaba visitar por aglutinar la mayoría de los lugares de interés de la villa. En el siguiente plano aparece resaltada nuestra zona de actuación.

Nos encaminamos en primer lugar hacia la Torre del Preboste, que flanquea la Puerta de la Barrera, también conocida como Puerta de Santander. En este torreón se acomodó el preboste durante la Edad Media para la recaudación de impuestos de la zona; posteriormente se convertiría en cárcel de la villa.

Unos metros más arriba encontramos el actual Ayuntamiento, conocido como Palacio de la familia Corro, creado en el siglo XVI, a órdenes del inquisidor Antonio del Corro para acoger a los enfermos de San Vicente.
Avanzando entre el Hospital de la Concepción y el albergue de peregrinos, subimos hasta la Iglesia de Santa María de los Ángeles que se encontraba cerrada y sólo pudimos ver por fuera. La verdad que no me gustó mucho, está mal conservada y desde el siglo XIII en que comenzó su construcción quizá debería recibir un mantenimiento, aún a costa de perder originalidad. En su interior se conserva (aunque no pudimos verlo) el sepulcro del inquisidor Corro, que es considerada una de las obras funerarias más bellas del país.
Desde el enclave en el que se hiergue la iglesia pudimos contemplar algunas de las mejores y más típicas vistas de la villa, asomados a las murallas que dan a la Marisma de Pombo.

Volvimos sobre nuestros pasos por la Calle Alta y, al pasar por el Castillo, decidimos hacerle una visita por la tarde en cuanto abrieran. Por el momento seguiríamos bajando en dirección al Puente de la Barquera. Desde allí, nos dirigimos a la Avenida del Generalísimo donde se encuentran algunos de los mejores restaurantes de San Vicente y que fuimos ojeando uno a uno en ambas aceras para encontrar el que más nos apetecía.
Pasear por esta calle es muy bonito, con sus grandes portaladas y las mesas puestas en las terrazas en pleno Diciembre, con el marisco y la carne en las cámaras a la vista de todos para que sepas lo que se te viene encima.
El lugar que más nos llamó la atención fue el restaurante Costa Mar, en el nº 27 de la calle. Estaba con todas las mesas ocupadas y nos ofrecían comer en la terraza, cosa que declinamos porque, pese a no hacer un frío espantoso, tampoco era lo más agradable y nos obligaría a estar con el abrigo puesto casi con absoluta certeza. Decidimos esperar a que se vaciara alguna mesa mientras nos tomábamos una tablita de jamón ibérico y unos albariños, mientras íbamos pensando en qué queríamos comer.
Pasaré por alto la siguiente media hora apuntando simplemente que se dedicó, prácticamente en su totalidad, a ver lo que querían unos y que debían de pedirse otros... horrible, porque en un restaurante las mujeres quieren comer todos los platos, con lo que uno no puede pedir lo que le apetece sino lo que le apetece al grupo. Es demasiado complicado para los hombres.
Poco antes de ir a la mesa comunicamos a la camarera que queríamos arroz con bogavante, caldereta de marisco y mariscada mixta (que lleva algo de pescado) siendo todo platos para dos personas. Pedimos también una botella de albariño y estuvimos largo rato disfrutando y chuperreteando todo lo que nos caía en las manos. Como todavía me queda meterme con alguna de las niñas, sacaré a colación la adicción más que evidente que alguien tenía con el marisco. La verdad que era para verla coger langostas, partirlas sin necesidad de herramienta alguna, repartir trozos y empezar a sorber los jugos mientras ya tenía en mente otro par de cucharadas de arroz... jajaja, respeto.
Tomamos el postre y el café y hicimos el acopio de todas nuestras fuerzas para vencer el sueño postmeridian y poder acercarnos a visitar el Castillo .
Éste es uno de los mejores ejemplos de edificación defensiva de toda la región. Se construyó en 1210 tras recibir la villa, el fuero otorgado por Alfonso VIII. En la actualidad se usa para eventos diversos o como sala de exposiciones, tal fue nuestro caso.

Se trataba de una exposición permanente sobre la historia y la naturaleza en San Vicente de la Barquera, en la que se pueden observar piezas y documentos históricos, dioramas de épocas anteriores y simulaciones fotográficas del entorno natural tal y como se encontraba hace siglos.


Desde lo alto pudimos hacer unas fotografías de cómo la niebla se iba apoderando de toda la bahía

y decidimos emprender el camino hacia nuestro siguiente destino, recomendación de Antonio: Bárcena Mayor.

Día 2: San Vicente de la Barquera - Bárcena Mayor

Distancia: 50 km // Tiempo: 45 min // Consumo: 5 L
Combustible: 4,65 € // Peajes: 0,00 € // Total: 4,65 €
Circulamos primero por la N-634 hasta Cabezón de la Sal y desde allí por la CA-180 para introducirnos en la reserva natural del Saja, llegando hasta el único núcleo de población que existe allí. Recibe tantas visitas que el parking que hay antes de llegar al pueblo es casi más grande que éste. Una autocaravana estaba ya preparándose para la cena antes de hacer noche allí.
De Bárcena Mayor se dice que es el pueblo más antiguo de Cantabria y posiblemente de España y fue declarado conjunto histórico-artístico en 1979 por su magnífico estado de conservación, producto de la renovación que se le dio al pueblo durante el gobierno de Ormaechea.
Casi la totalidad de sus edificaciones de piedra ha sido restaurada, eso sí, conservando el espíritu de las construcciones montañesas, y todas las calles están empedradas, animando a todos sus habitantes a pasear por ellas.

Se ven numerosos puestos de artesanía en los bajos de las casas y levantar la cabeza hacia las balconadas de las mismas es un auténtico deleite para la vista. También es famosa su gastronomía en la que destaca el cocido montañés y la carne de caza, que nosotros no probamos porque ya llevábamos buen empacho desde la comida.

Deambulamos por muchas de las calles del pueblo mirando a todos lados y maravillándonos con cada rincón: fachadas impresionantes, un gato y un perro jugando a pillar en un balcón, esquinas donde la luz nos invitaba a tomar una foto tras otra,... Era uno de esos casos en los que visitar un lugar de noche tiene tanto o más encanto que hacerlo de día.

Un poco por el cansancio y un poco por el fresco, entramos en un bar a tomar una café y coger lotería de Navidad antes de emprender el camino de vuelta y ya con todas las compras gastronómicas hechas: chocolates, embutido de caza, patés, sobaos pasiegos,... un poco de todo para repartir con la familia a la vuelta del fin de semana.
De vuelta a la furgo recorrimos los últimos lugares que nos faltaban por ver en el pueblo y nos hicimos las últimas fotos mientras nos planteábamos las ganas de cenar que pudiéramos tener cuando volviésemos a casa.


Día 2: Bárcena Mayor - Viveda
Distancia: 53 km // Tiempo: 50 min // Consumo: 5 L
Combustible: 4,65 € // Peajes: 0,00 € // Total: 4,65 €
Era tarde cuando pasábamos por Santillana del Mar y entramos en uno de los restaurantes que están junto a la carretera nacional un poco antes de que empezaran a tener ganas de cerrar. Cenamos a base de hamburguesas, ensaladas o platos combinados que nos saciaron el apetito con buen gusto y sin gran dolor para el bolsillo. Rondaría los 10€ por cabeza llenar el buche esa noche.
Sabíamos que el día siguiente lo dedicaríamos a visitar el pueblo, pero quisimos dar una pequeña vuelta esa noche un poco con la idea de bajar la comida antes de irnos a la cama. El paseo no duró más de 20 minutos pero cumplió el doble objetivo: asentar los alimentos en el estomago y adelantarnos el trailer de los que nos esperaba el día siguiente.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Cantabria (I)

Este viaje lo idearon, prepararon y organizaron las chicas: Eva, Berta, María y Noemí. Carlos y yo hicimos más el papel de invitados que de cooperantes.
Ya había estado tres veces este año en Cantabria pero no me importaba repetir porque hay mucho que ver en esta comunidad, como reza el eslogan: Cantabria Infinita. Además me interesaba conocer más Santillana del Mar y sus alrededores, de los que tenía buenas referencias.

Día 1: Logroño - Viveda
Distancia: 270 km // Tiempo: 2:30 h // Consumo: 24 L
Combustible: 22,32 € // Peajes: 12,80 € // Total: 35,12 €
Alojamiento: 35,00 € // Alimentación: 50,00 € // Varios: 6,00 €

Itinerario VíaMichelín
Nuestra intención era aprovechar al máximo el tiempo que pudiéramos pasar en la zona de modo que salimos pronto, a las 9:30 de la mañana, que entre unas cosas y otras nos daba para ponernos en la AP-68 poco antes de las 10:00. Seguiríamos esta autopista hasta Bilbao, abonando los 12,80€ pertinentes y circunvalamos la capital vizcaína ya entrados en la A-8, autovía del Cantábrico.
En lugar de atravesar Santander, que previmos con mucho tráfico, nos desviamos hacia Torrelavega, y alargamos un poco el camino al pasar por el Puente de San Miguel y Santillana del Mar antes de llegar al barrio de Viveda. Allí se encuentra el lugar donde pernoctaríamos las dos noches siguientes: hostería el Faro. El alojamiento se basa en habitaciones equipadas con TV y baño, pero carece de zonas comunes con lo que es apropiado para emplearlo simplemente como punto para volver a dormir, haciendo el resto del día de visita en visita. Regentado de forma cálida y acogedora por Merce y Antonio, cumplió sobradamente con lo esperado, costando la habitación doble 35€ por noche.
Nada más llegar solucionamos un pequeño problema con la batería de la furgo, dejamos las cosas en las habitaciones y conversamos un poco con nuestra anfitriona que no cesó de alabar las bonanzas y privilegios de la tierra que habíamos decidido conocer.

Día 1: Viveda - Comillas
Distancia: 32 km // Tiempo: 25 min // Consumo: 2,5 L
Combustible: 2,33 € // Peajes: 0,00 € // Total: 2,33 €
El primer pueblo de la lista era Comillas. Llegamos a la hora de comer cosa que hicimos en La perla negra, en el Paseo Jesús Cancio con vistas a la playa. El menú del día por 11€, en mi caso compuesto por almejas a la marinera y pimientos del piquillo rellenos de marisco.
Comenzamos nuestro recorrido por el puerto y subiendo desde éste hacia el cementerio por el paseo de la costa. Pudimos contemplar los Picos de Europa ya nevados al fondo, con el mar en primer término mientras alanzábamos hacia lo que en su día fue una iglesia gótica. Anduvimos por el interior bajo la atenta mirada del ángel castigador, obra de Josep Llimona del año 1893.

Nos acercamos hasta la plaza del ángel donde se sitúa la oficina de información en la que cogimos folletos de las localidades que teníamos pensado ver en las dos próximas jornadas. Desde allí nos encaminamos hacia el capricho de Gaudí obra del genial arquitecto.

Esta pequeña casa redondeada con una elevada torre es hoy un restaurante en el que podemos tomar el menú degustación por 45€. Una construcción fascinante al hilo de todas las que diseñó Gaudí, con mucho colorido y marcada decoración hispanoárabe.
También situados en el parque del Sobrellano se hayan el palacio del mismo nombre y la Capilla Panteón de los que no pudimos ver su interior porque se había pasado el horario de visitas.
Pasamos por el Ayuntamiento antiguo (1780) y por la iglesia de San Cristóbal, levantada con el sudor y el dinero de los vecinos del pueblo a raíz de la intención del Duque del Infantado de ejercer su privilegio sobre uno de los asientos del antiguo templo (sobre el que hoy se levanta el cementerio).
Un poco más adelante, junto al monumento al Corazón de Jesús que fue reconstruido en la década de los 40 tras ser destruido durante la guerra civil, obtuvimos unas maravillosas vistas del ocaso sobre los Picos de Europa.

Estábamos a un paso de la casa del Duque que estuvimos viendo junto a la antigua cárcel de la villa, hoy albergue de peregrinos. La casa del Duque es una imponente construcción fruto de la admiración que se despertaba a finales del siglo XIX por el mundo anglosajón.

Ya de vuelta hacia la furgo pasamos por el monumento al Marqués de Comillas ubicado en una colina desde la que la figura parece estar oteando el mar en espera de uno de sus barcos de la Compañía Transatlántica. La estatua es un homenaje del pueblo al Marqués por el gran beneficio que trajo al pueblo.

Junto a ella estuvimos probando las posibilidades que brinda una mayor exposición a las fotografías de noche.
Enseguida llegaría la hora de la cena y queríamos que nos cogiera en Suances así que nos dirigimos a la furgoneta mientras veíamos cómo rompían las olas contra el espigón del puerto. Dimos un rodeo buscando la Universidad Pontificia de Comillas, de la que sólo pudimos ver su puerta, obra de Joan Martorell, ya que se encuentra cerrada y en obras.


Día 1: Comillas - Suances
Distancia: 37 km // Tiempo: 35 min // Consumo: 3 L
Combustible: 2,79 € // Peajes: 0,00 € // Total: 2,79€
En Suances aparcamos junto a la plaza del generalísimo donde un grupillo de chavales me pusieron los dientes largos con sus monopatines. Bajamos por la calle Julián Ceballos en busca del paseo marítimo para encontrar un sitio donde cenar, pero como nos encontramos un poco perdidos, decidimos volver a la furgo y acercarnos motorizados.
Echamos un vistazo rápido al faro desde el mirador del Torco y nos dirigimos al Paseo de la Marina para buscar un lugar que nos sedujera. Aparcamos en el muelle y entramos a tomar una cerveza y satisfacer nuestras necesidades evacuatorias en un bar-restaurante que fue solicitado como enclave óptimo para la cena por parte del grupo. Finalmente se escucho a la mayoría y recorrimos el paseo arriba y abajo en busca de diferente opciones a la que ya conocíamos y que precisamente se encontraba en la semana del buey.
Aunque en plena época estival el pueblo tiene que ser una fiesta continua, en pleno diciembre no dice mucho en cuanto a marcha. La pizzería en la que entramos se encontraba pared con pared con el otro sitio y de hecho debían de compartir algo más porque desde uno se ve el otro. Pedimos pizzas y lasañas todos menos Eva, que se decantó por el solomillo de buey en lo que a la postre se vio una magnífica decisión.
Alargamos un poco la sobremesa hasta las 23:30 pasadas y tomamos ya la furgo para volver a la hospedería.

Día 1: Suances - Viveda
Distancia: 15 km // Tiempo: 20 min // Consumo: 1,5 L
Combustible: 1,40 € // Peajes: 0,00 € // Total: 1,40 €
Los datos de este itinerario son un poco orientativos porque he de reconocer que durante un rato nos sentimos bastante perdidos. De hecho, circulamos por una carretera en la que a cada giro esperábamos darnos de bruces con la chica de la curva. Hicimos caso a una señalización de obras que nos metió de lleno en esa vía en la que, en muchas ocasiones, encontrarnos con alguien de frente hubiera obligado a parar a algunos de los dos vehículos. Por fortuna no encontramos a nadie... ni siquiera en las casas que fueron apareciendo.
Sí que vimos un control de alcoholemia de la Guardia Civil, por delante del cual pasamos hasta 3 veces al no saber exactamente la dirección que debíamos seguir. Antes de la 1:00 de la madrugada llegamos a la hospedería y nos fuímos directos a la cama, ya que al día siguiente tocaba madrugar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Madrid

Una nueva visita a la capital del Reino, esta vez con más motivaciones que la de acompañar a Eva: una mañana de turismo en solitario, un partido de fútbol de la selección, una noche de copas por Madrid,...

Día 1: Logroño - Madrid
Distancia: 335 km // Tiempo: 3:15 h // Consumo: 29 L
Combustible: 28,22 € // Peajes: 0,00 € // Total: 28,22 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 0,00 € // Varios: 0,00 €

Itinerario VíaMichelín
Nuevamente elegimos el camino hacia el centro de la península pasando por Soria y, a sabiendas de que lleva poco más de 3 horas, no anticipamos demasiado la salida. Nos poníamos en marcha pasadas las 18:00.
Encontramos una N-111 bastante solitaria, permitiéndonos una circulación airosa pero tranquila. Atravesamos el túnel de Piqueras para entrar en la provincia castellana y al cabo de una hora pasamos por la ciudad de Soria. Desde allí, por la A-15 hasta Medinaceli y después por la autovía del Nordeste, la A-2, hasta Madrid pasando por Guadalajara. En esta ocasión no hicimos uso de la autopista de pago R-2 lo que nos facilitó una entrada más directa a nuestro destino en Madrid, por Avda. América y desde ésta hacia La Castellana.
En casa solo nos esperaba Berta, ya que Silvia iba a pasar el fin de semana fuera. Nada más llegar, más allá de las 21:30 preparamos una ensalada y calentamos los filetes rusos que Isabel había incluido en nuestra bolsa de avituallamiento para el fin de semana.
Empezamos a ver la película El señor de la guerra (que tantas veces me ha recomendado un colega) hasta que la masa femenina del total de votantes decidió que esa no era una buena película, con lo que nos sumergimos en un viaje sin destino por todos los canales de la TDT, hasta la hora de ir a la cama.

Día 2: Madrid
Distancia: 49 km // Tiempo: -:-- h // Consumo: 5 L
Combustible: 4,87 € // Peajes: 0,00 € // Total: 4,87 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 47,50 € // Varios: 80,00 €

Aunque para las chicas tocaban diana a las ocho de la mañana, yo anduve haciéndome el remolón un rato más, esperando casi el momento en el que se marchaban ya a sus cursos respectivos para levantarme a despedirme. A medida que fui espabilando desayuné y me puse a recoger un poco el desorden generado por nuestra presencia en la casa.
Empecé mi mañana de paseos por la ciudad recogiendo una multa del parabrisas de la furgo, causada por "estacionar en lugar prohibido debidamente señalizado". Lo curioso es que la multa está puesta por un controlador de las zonas de estacionamiento regulado y no sé cual es el proceder en este caso.
Antes de ir a ningún lado compre tacos y tirafondos en la ferretería que hay enfrente del portal, para montar unas estanterías en la casa.
Cogí la furgoneta y comencé por ir a dar una vuelta con ella por las calles más grandes. Salí por la A-6 pasando al lado del Club de Campo Villa de Madrid y por delante de la Zarzuela hasta llegar a Aravaca donde di la vuelta. De regreso hacia la ciudad por la autovía tuve unas vistas impresionantes de las Cuatro Torres (blog), todavía con el color rojizo del amanecer aunque ya eran más de las 10:00.
Pasé por el Arco de la Victoria, la estación de Moncloa y el imponente edificio del Ejercito del Aire para bajar hacia el Paseo del Pintor Rosales, donde dejaría la furgo aparcada en la zona azul, mientras paseaba por esa zona.
Había elegido este punto de la ciudad merced al comentario que echobelly hizo en el último post del blog, recomendándome visitar el Templo de Debod (Wikipedia).

Se trata de un edificio del antiguo Egipto actualmente situado al Oeste de la Plaza España. Se encuentra aquí, colocado con la misma orientación que tenía originariamente, ya que fue donado en 1968 por el gobierno de Egipto por la ayuda prestada para salvar los templos de Nubia, amenazados por la construcción de la presa de Asuán.
Una vez en España, esta construcción de 2.200 años de antiguedad, fue reconstruida pieza a pieza, usando piedras de distinto color en las que hubo que hacer nuevas, para diferenciarlas de las originales. Para su conservación se han dado pasos como crear una superficie para aislar las piedras del suelo o instalar un sistema de aire acondicionado en el interior que mantenga un clima cálido y seco, aunque la degradación va en aumento.

Hice una visita al interior (es gratuita) aprovechando que no había mucha gente en ese momento. La planta baja del edificio muestra la división del conjunto con la capilla de Adijalamani en el centro. En sus paredes se pueden contemplar escenas de culto divino en un estado bastante aceptable. En las otras divisiones y en el piso superior podemos encontrar piezas en restauración y maquetas tanto del edificio como del lugar del que procede.

Después de tomar unas cuantas fotografías del interior (obligatoriamente sin flash) y del exterior, también por la parte de atrás, me acerqué a la terraza que hay al Este del conjunto para disfrutar de las vistas sobre la Casa de Campo. También se ven desde aquí el Palacio Real y la catedral de la Almudena.
Me acerqué paseando hasta los jardines de Sabatini, situados en la parte posterior del Palacio Real, donde tomé unas fotos bajo la lluvia y me senté a leer un poco de la guía de Madrid en un entorno espectacularmente apropiado para ello.
Antes de que me pillara el toro con la hora de la zona azul, almorcé un sandwich mixto y un café en la cafetería el Palacete de Rosales. Un auténtico derroche de servicialidad y buen gusto, incluyendo un sandwich mixto que resultó ser doble y que venía acompañado en su mismo plato por un puñado de patatas chips. El montante ascendió a 7,5€ que pagué de buen grado.
Me perdí callejeando de vuelta a casa, viendo durante el recorrido la Puerta de Toledo, el conocido Museo Reina Sofía, la malograda estación de Atocha, el Retiro y la Puerta de Alcalá, y la plaza de toros de Las Ventas, antes de encontrar el camino a casa. Me entretuve tanto que llegué unos pocos minutos antes de que las chicas salieran del curso.
Yo tenía poca hambre después del suculento almuerzo, pero ellas prepararon una menestra de verduras, mientras yo negociaba con mis amigos cuál iba a ser el plan cuando ellos llegaran. Finalmente se marchaban a comer a un lugar que ya conocían de antes y después vendrían a casa a cambiarse, espacio de tiempo que nosotros íbamos a aprovechar para descansar en el sofá... o en la cama en el caso de Eva.
A eso de las 18:30 llegaban mis amigos a casa, para dejar las cosas y cambiarse de ropa. Estuvimos un rato hablando allí, comentando, entre otros temas, el fuerte dolor de tripa que traía uno de ellos. Una hora después cogíamos la furgo para ir al Calderón.
Llegar y aparcar nos costó unos 45 minutos, era horrible circular por la inmediaciones del estadio (hablo de un radio de casi un kilómetro) y acabamos aparcando encima de una acera aconsejados por un policía local. Yo ya esperaba encontrarme a la vuelta la segunda receta del fin de semana.
Recogimos las entradas en la puerta 51, pasando por debajo de la grada que se sitúa sobre la M-30 y viendo el majestuoso porte y el imponente tamaño de las monturas de la Policía Nacional, en la entrada de las autoridades.
Tras aprovisionarnos de chucherías y frutos secos entramos al estadio en busca de nuestras localidades. Por falta de sincronismo en la adquisición de las entradas tuvimos que sentarnos en zonas diferentes, 3 en un lado y otros 2 en otro. El estadio me gustó, yo nunca había estado en un estadio tan grande, pero las plazas son muy muy estrechas.

Vimos el partido, con victoria final de España sobre Argentina por 2 goles a 1, rodeados de seguidores de ambas selecciones, en un ambiente animado pero bastante cordial. Cada afición cantaba sus himnos y pegaba sus gritos, pero sin ningún tipo de maldad. Nos lo pasamos muy bien y a Eva le gustó mucho, más por hacer algo diferente que por el partido en sí, que aunque no fue malo tampoco fue ninguna maravilla.
Al salir nos encaminamos ligeros hacia la furgoneta, para retirarla del lugar en el que estaba y pusimos rumbo al barrio de Aluche, donde cenaríamos en un lugar que conocía Felipe. Una ensalada, trozos de pollo empanado, unas salchichas alemanas con salsas y después una tosta para cada uno. Todo bien regado con cerveza (o lo que cada cual pidiera) nos dejaron la tripa bien repleta.
Allí vinieron unos amigos sorianos con los que intercambiamos un rato de charla y compartimos un chupito de algo que nos sirvieron en el bar de al lado y que es de los mismos dueños.
Esa noche fue suficiente para nosotros y enseguida nos retiramos a casa. Preparamos el colchón de la furgo en el salón para los chicos y nos fuimos a sobar.

Día 3: Madrid - Logroño
Distancia: 335 km // Tiempo: 3:15 h // Consumo: 29 L
Combustible: 28,22 € // Peajes: 0,00 € // Total: 28,22 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 40,00 € // Varios: 12,00 €

Itinerario VíaMichelín
El Domingo nos levantamos pronto, puede que demasiado. Rondaban las 10:00 cuando nos despertabamos y comenzabamos la ronda de duchas y aseos. Los chicos fuimos los primeros y al acabar nos bajamos a la cafetería de abajo a desayunar: un croissant con jamón y queso, otro a la plancha con mantequilla y mermelada y un café con leche, el desayuno de los campeones. Como las chicas bajaron también sin desayunar, esperamos a que lo hicieran y nos marchamos a dar una vuelta por Madrid.
Guiados por los que mejor se conocen la ciudad, visitamos la Plaza Mayor, el Mercado de San Miguel

(donde degustamos una tabla de quesos acompañados de un crianza), el Palacio Real y la catedral de la Almudena, la Plaza del Sol,...
Optamos por comer en un restaurante italiano, el Grazie Mille en c/ Mayor 31, de dueños italianos y comida traída de Italia. Yo había tenido antojo de pasta y a todos les pareció bien, así que en el primero que encontramos nos metimos.
Después de que nos intentarán sentar en una mesa en la que no entrabamos los cinco, decidieron juntarnos dos mesas la mitad de grandes... La verdad es que por no dar guerra nos sentamos, pero era como si nos estuvieran intentando engañar a la cara. Pedimos pasta y arroces y Berta se quedó con las ganas de comer canelones, que se habían acabado. Milagrosamente una chica italiana muy alta y entiestéticamente delgada, los pudo comer al pedirlos media hora más tarde.
La comida costó poco más de 15€ por cabeza y, después de comernos el postre, volvimos al coche para ir a casa a recoger las maletas y los trastos que aún quedaban.
Esperamos debajo del portal al amigo soriano que volvería en coche a Logroño con los chicos y a eso de las 17:00 emprendimos el viaje de regreso a casa. El viaje, por el mismo camino que usásemos al ir, fue rápido y tranquilo. Poco más de 3 horas y estábamos sentados en el sofá de casa, muy diferente de lo que nos ocurrió la ocasión anterior.


Descarga el viaje en pdf


Links de interés:

jueves, 22 de octubre de 2009

Madrid

Aprovechando que Eva está haciendo un curso en Madrid que le obliga a bajar todos los fines de semana y que contamos con el alojamiento en casa de su hermana Berta, decidimos bajarnos a pasar allí estos dos días y callejear un poco por la capital.
Nunca ha sido una ciudad que me gustase, pero en mis últimas visitas, quizá precisamente por el hecho de pasear por sus calles, este despertando un interés en mi por conocer más sobre todo lo que la concierne.

Día 1: Logroño - Madrid
Distancia: 335 km // Tiempo: 3:15 h // Consumo: 29 L
Combustible: 26,39 € // Peajes: 6,15 € // Total: 32,54 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 0,00 € // Varios: 0,00 €

Itinerario VíaMichelín
Elegimos ir por Soria, recorrido que últimamente hemos constatado que es más rápido que la opción de ir por Burgos. Además la autovía desde Burgos a Madrid, la A-1, está a mi juicio en un estado lamentable aparte de tener unas curvas de radio demasiado ajustado para una autovía.
Salimos a media tarde por la N-111, lo que forma la parte más lenta del itinerario, debido a que es una carretera muy revirada (solo hay que ver el punto 7 del enlace a VíaMichelín) y que atraviesa bastantes pueblecitos antes de salir de la comunidad de La Rioja.
Entramos a la provincia de Soria atravesando el túnel de Piqueras, justo después de comprobar con nuestros propios ojos lo bajo que se encontraba el Embalse de Pajares (en torno al 30%). Este camino, aparte de suponer una economía en tiempo de viaje, hace el viaje mucho más cómodo evitando el ascenso al puerto de Piqueras que ralentizaba mucho la marcha.

Tras pasar por Soria capital, entramos en la A-15 que nos conduce hasta Medinaceli (ciudad que me gustaría visitar próximamente) y que nos pone ya en camino hacia Madrid por la autovía del Nordeste, la A-2. La seguiríamos hasta recién pasado Valdenoches, donde continuamos por la radial 2 (R-2), que aunque es de pago y alarga el trayecto unos 10 kilómetros, nos aseguraba circular prácticamente solos para no demorar más la llegada. La relación precio/kilómetros es francamente alta, 6,15 € por algo así como 50 ó 60 km.
Dejamos la furgoneta aparcada sobre una acera en una callejuela estrecha a la vuelta de casa de Berta y Silvia, con la intención de bajar a moverla a la mañana siguiente. Subimos al apartamento, dejamos las cosas y nos pusimos más cómodos a ver un poco la tele.
Cenamos los peores sandwichs mixtos que he hecho en mi vida, merced a una sartén que no se quiso poner a trabajar en sintonía conmigo y volvimos al sofá a ver algún programa de esos estilo Callejeros hasta que nos entró el sueño cerca de las 00:00.

Día 2: Madrid
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 20,00 € // Varios: 77,00 €
El despertador me sobresaltó en un momento en que conseguía acercarme al sueño tras una noche bastante incomoda en el sofá. Había estado despertándome cada poco tiempo y me entró esa modorra típica de las siete de la mañana.
Nos levantamos a desayunar unas tostadas acompañando a Eva y estuvimos con ella hasta que se fue a hacer el curso (entra a las 9:00) y luego nos volvimos cada mochuelo a su olivo hasta las diez y algo.
Ya despiertos y espabilados fuimos a hacer unos recados que tenía pendientes Berta. Empezamos por echar un ojo a la furgo al bajar a la calle, para mirar si ya se la había llevado la grúa. Visto que no era así, nos dirigimos a pie hasta la calle Orense donde está la tienda de Vodafone más próxima. Berta quería hacer un cambio a contrato.
Después de ver las ofertas, y mientras pensaba qué opción le convencía más, nos acercamos a la Casa del Libro que hay al lado, a unos cien metros calle arriba, en busca de una novela para ella y una guía de Madrid para mi. La novela no estaba y a la guía le habían apañado el mapa extraíble que incluía, así que no pudimos hacer compra alguna.
Mientras esperábamos que se marchara algo de gente de la tienda de Vodafone que estaba llena nos comimos un pincho de tortilla que ni con la mayonesa se le quitaba el mal sabor.
Finalmente volvimos a la tienda y Berta eligió el Nokia 6210 Navigator, que está muy bien y se le quedaba en 9€.
De vuelta a casa, tomamos la precaución de cambiar la furgo de sitio ya que era la única que quedaba encima de la acera a esas horas. Como no se paga en zona azul desde el sábado a las 15:00 y eran las 13:00 fuimos a buscar un hueco y pagando dos horas ya la tendríamos bien estacionada. Encontramos un buen sitio en la parte trasera de Nuevos Ministerios, en la calle Agustín de Betancourt, así que la abandonamos ahí y nos fuimos a casa a esperar a Eva que tenía que volver de clase en breve.
Cuando nos juntamos todos, las chicas se encargaron de preparar una alcachofas con jamón y tomate riquísimas, que acompañamos con un poco de pescado en salsa de la Isa. Aunque lo hubiera agradecido bastante, no hubo lugar a echarse la siesta después de comer, ya que entre las dos hermanas se encargaron de arreglar el plan para esa tarde y acto seguido emprendimos las acciones necesarias para no conseguir poner unas baldas en el cuarto de Berta. Faltaban tirafondos y tacos del tamaño apropiado (había uno de cada madre) y preferimos esperar y tener todo del mismo calibre.
Cerca de las 18:00 nos marchamos a dar una vuelta por el centro y hacer unas compras. Aparte de los típicos zapatos que nunca pueden faltar en un día de compras que se precie, encontré la guía de Madrid en otra Casa del Libro.
Después cenamos por 20€ una sartenada de huevos, patatas, pimiento verde y chistorra y 4 tostas variadas para los 3, en el Cañas y Tapas. Nos hartamos de zampar a un precio de risa.
Como colofón para esa tarde Eva y Berta habían comprado por internet, 3 entradas del teatro Fígaro para el monólogo de Nancho Novo, El cavernícola, donde se hace burla de las costumbres de los hombres y las mujeres, menos comprendidas por el otro sexo. Nos reímos un montón con las diferentes situaciones en las que el actor hace participe al público durante la interpretación con continuas preguntas y gestos cómplices.
En la plazoleta que hay frente al teatro Häagen-Dazs, estuvimos un rato curioseando entre los puestos de vendedores que había ese día y encontré un par de pulseras para mi muñeca derecha que llevaba unos días desnuda.
Volvimos a casa de nuevo en el metro, que tiene parada muy cerca del piso de Berta y que, pese a las reticencias que tenía hacia él, me convenció totalmente como un medio de transporte rápido y eficaz.
Ya en casa, pusimos la tele para que terminara de entrarnos el sueño y, cuando esto ocurrió rondando la media noche, nos fuimos a dormir.

Día 3: Madrid - Logroño
Distancia: 450 km // Tiempo: 4:15 h // Consumo: 39 L
Combustible: 35,49 € // Peajes: 9,50 € // Total: 44,99 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 0,00 € // Varios: 0,00 €

La mañana del domingo nos levantamos con mas calma. No había motivos para madrugar más de la cuenta ni para ir con prisas, así que nos despertamos poco a poco (tampoco demasiado tarde, serían las 9:30) y desayunamos con tranquilidad.
Tras el aseo pertinente y después de dejar el salón, que hacía las veces de dormitorio para Eva y para mi, nos fuimos a la calle a dar una vuelta por Madrid. En esta ocasión usamos el autobús, para ir hasta el Paseo de Recoletos, frente al Ayuntamiento.

Se celebraba la Feria de Otoño del Libro Viejo y Antiguo de Madrid y nos bajamos a curiosear por las casetas.
Ciertamente había ejemplares muy bonitos y algunos muy caros; llegamos a oír la cifra de los 300€ en uno de los puestos durante el transcurso de una transacción, refiriéndose a unidades concretas. Mientras tanto este dálmata se volvía loco con el agua de la fuente en la que se bañaba.

Nosotros no compramos nada, pero me quedé con las ganas de una guía de Logroño de hacía 40 años y de buscar algún mapa cartográfico antiguo, también de Logroño. En el caso de estos últimos de todos modos, el precio me pareció desorbitado ya que oscilaban sobre los 50€ la unidad.

Volvimos a casa caminando. Eva tenía ganas de pasear las calles de Madrid y le dimos el gusto en vista de que el día acompañaba. Recorrimos las calles de Recoletos, Génova y Santa Engracia para llegar al comienzo de Alonso Cano, que era nuestro destino.

Comimos pronto, para poder emprender el viaje de vuelta a Logroño a primera hora de la tarde y sin tener la comida recién tragada.
Salimos de casa de Berta sobre las 17:00 con intención de llegar a Logroño a eso de las 20:30 para pasar por casa de unos amigos. Pero, como se puede observar en los campos de los datos del itinerario, no nos llevó tres horas sino cuatro y pico.
En mi relajamiento propio de la vuelta a casa, me pase el desvío de Medinaceli... por 90 kilómetros. Tanto es así que el último tramo de autopista lo hicimos por la AP-68, entrando en la misma en Gallur, a unos 50 kilómetros de Zaragoza capital.
Total: llegada a Logroño pasadas las 21:30. Pero hay que ver el lado positivo y es que anduvimos por una zona por la que todavía no habíamos pasado.


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miércoles, 14 de octubre de 2009

Zaragoza, Fiesta del Pilar

Las fiestas del Pilar en Zaragoza son unas de mis preferidas. Zaragoza es una gran ciudad, pero tiene algo que me hace verla aún como una ciudad pequeña, sin terminar de dar el estirón. Es por eso que me gusta tanto, porque me recuerda a Logroño pero 5 veces más grande. Andas por sus calle y parece que lo has estado haciendo toda la vida, las conoces de siempre.
Ya han sido varias las veces que hemos bajado a la capital aragonesa, tanto a los pilares como a la cincomarzada o incluso a salir de fiesta un fin de semana cualquiera. Y siempre me llevo buen sabor de boca y ganas de repetir.

Día 1: Logroño - Zaragoza
Distancia: 177 km // Tiempo: 1:45 h // Consumo: 15 L
Combustible: 13.65 € // Peajes: 9,50 € // Total: 23,15 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 20,00 € // Varios: 20,00 €

Itinerario VíaMichelín
Quedamos a las 17:30 para que no nos apretara el tiempo. Un par de nosotros iban a asistir al concierto de Hombres G y El canto del loco esa noche y empezaba a las 22:00. Antes habíamos planeado cenar y contamos con dos horas de viaje para curarnos en salud.
Entre unas cosas y otras salimos de Logroño a las 18:15 pasadas y paramos en el primer área de servicio de la autopista AP-68 para rellenar los depósitos y comprar algo de merienda para el viaje. Digo los depósitos porque íbamos en dos coches (uno de ellos la furgo).
El itinerario del viaje era claro: emplear la autopista Bilbao-Zaragoza, ya que la N-232 que hace el mismo recorrido lleva mucho tráfico y es mucho más lenta.
Pero no llegamos hasta la última salida sino que la abandonamos en la anterior, la de Gallur. De esta forma entraríamos a Zaragoza por la carretera de Logroño, que conduce de forma más directa a la estación Delicias. Queríamos ir allí para coger unos planos de Zaragoza ya que los del concierto no sabían exactamente dónde era.
Cuando nos marchábamos vimos la furgo del grupo La Excepción aparcada frente al hotel de la estación y tuve que retratarme con ella (era imprescindible jejeje)

En este punto nos dividimos. Eran aún las 20:30 pero Tato y Felipe querían llegar pronto al concierto para poder estar en las primeras filas (aunque lo negarán), así que fueron yendo hacia el recinto de Valdespartera donde tendría lugar el espectáculo.
Pachi y yo en cambio, tomamos por el puente del Tercer Milenio dirección hacia el punto donde estableceríamos el campo base. Solemos aparcar por la zona del parque de bomberos, en un aparcamiento que hay en la calle Pantano de Bubal.

Las primeras veces que visitamos la ciudad, nos alojamos en casa de un compañero de carrera que vivía en esa zona cuando estaba en programa de intercambio. Es una zona tranquila y que no queda lejos del centro para salir de fiesta, así que, año tras año, volvemos a repetir ubicación.
Aparcamos en un sitio privilegiado


y estuvimos haciendo tiempo antes de ir a cenar jugando una partida de chinchón y echando unas cervecitas en la furgo.
Para elegir el restaurante también fuimos a lo conocido. Nos acercamos al Gran (en Google StreetView), en la calle de Matías Pastor Sancho, que ese día estaba a rebosar ya que tenían varios grupos cenando allí. Es un lugar en el que se come muy bien y es bastante barato (la hamburguesa costaba 3,60) aunque esa noche quedamos algo descontentos con el trato, ya que las chicas casi no daban a basto y se las veía estresadas.
Después del postre jugamos unas partidas en la máquina de dardos, de las que salí terriblemente escaldado, anotándose Pachi un humillante 4-0. Así que tuve que volver a retarle al chinchón para resarcirme de esa estrepitosa derrota, mientras nos tomábamos unos cubatillas en la furgo.
Estuvimos haciendo tiempo de esta manera hasta que volvieron los otros dos del concierto, que serían pasadas las tres de la mañana. Menudos 23€ más bien aprovechados; cuatro horas de concierto me parece una barbaridad.
Nos vestimos y nos acicalamos un poco y nos dirigimos hacia la zona de marcha que hay detrás del Pilar.
Es una zona con mucho ambiente y, evidentemente, la víspera del día grande de las fiestas estaba hasta la bandera.
Resumiré este lapso de tiempo apuntando que a la salida del último bar La casa del loco, el sol nos dio en toda la jeta como si fuese un martillo. Eran las 08:30 pasadas y ya había comenzado la ofrenda floral a la virgen, lo que nos obligó a buscar una manera de cruzar la calle Alfonso I y por la que circulaban todas l@s baturr@s cargados de ramos.

Nos pasamos como de costumbre a coger un bocadillo en el bar Lanuza (en Google StreetView). De verdad que merece la pena ir a Zaragoza de fiesta con tal de comerse un bocadillo de ternera con pimiento verde a las nueve de la mañana. Siempre esta lleno de la gente más variopinta, nosotros conocimos allí al que cambia las bombillas en el espectáculo Mamma mía!. Se encuentra frente al Mercado central en la calle de la Manifestación.
Para no faltar a la verdad diré que en esta ocasión al cocinero se le debió de caer el cuenco de la sal en los filetes porque estaba exageradamente salado.. y aún así me supo a teta de novicia.
Llegamos a la furgo a dormir, saludando y aplaudiendo a todos los maños que nos encontramos con los trajes regionales (que fueron muchos), aunque solo un grupito de señoras se rió con las gracias y los piropos.
Nos dispusimos tres en el colchón y uno en los asientos delanteros, con el sol haciendo estragos al entrar por las ventanas pero con el sosiego que esperábamos encontrar al aparcar en esa zona, e intentamos dormir un poco.

Día 2: Zaragoza - Logroño
Distancia: 177 km // Tiempo: 1:45 h // Consumo: 15 L
Combustible: 13.65 € // Peajes: 13,65 € // Total: 27,30 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 10,00 € // Varios: 0,00 €

Itinerario VíaMichelín
Uno de nosotros trabajaba esa misma tarde del lunes, así que partió en dirección a Logroño rondando las 12:00. Otros nos quedamos para ir despertando poco a poco, desayunar una café con tostada y zumo y ver un poco las noticias en la tele de uno de los bares del barrio.
Con tranquilidad terminamos de recoger los cachivaches y arreglamos un poco la furgo por dentro, antes de abandonar nuestro campo base rondando las 13:00 y con algo de sueño que nos despejaría el café.
Hicimos el trayecto completo por la AP-68 a la que se accede fácilmente desde el lugar en el que habíamos pernoctado y que nos conduce directamente a Logroño en cosa de una hora y cuarenta y cinco minutos.


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viernes, 25 de septiembre de 2009

Delta del Ebro - Peñíscola (y II)

Día 2: Peñíscola
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 0,00 € // Varios: 0,00 €
Llegamos a Peñíscola justo para sentarnos a comer en el restaurante Mr. Rabbits, en la urbanización Peñismar. Es el lugar donde comemos siempre, todos los días, cuando pasamos los días allí. Un menú del día por 10€ sin grandes pretensiones pero con generosas cantidades, el plato de ensalada cortesía de la casa mientras esperas a ser servido y un chupito de manzana, también regalado, al finalizar la comida, hacen que este sea el elegido por nosotros y por muchísima gente que cada día llena su terraza.
Se dilató bastante la comida a causa del lleno del que hacían gala las mesas del restaurante, cosa que nos vino de perlas ya que no nos darían las llaves del apartamento hasta las 17:00.
Siempre elegimos el complejo de apartamentos Peñíscola Azahar, a medio camino entre Benicarló y el casco viejo de Peñíscola. Hace años tenía una playa de piedras enfrente (está en primera línea) pero este pueblecito se encuentra en una renovación constante que le ha llevado a contar con un arenal de 6 kilómetros y un paseo que lo recorre completamente.
Cogimos las llaves de nuestro apartamento en el edificio situado en el centro de la parcela

No es el más cercano al mar pero a una altura adecuada se obtienen unas magníficas vistas y se evitas los incómodos mosquitos procedentes de las charcas que recorren el parque de enfrente.
Mientras mis padres se acercaban al Mercadona de Benicarló a hacer acopio de provisiones, Eva y yo nos dedicábamos a la ardua tarea de echar la siesta. Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.
Preparamos una pequeña merienda de picoteo, que acabaría juntándose con la cena, ya que estábamos todos un poco cansados. Con la tontería pasamos cuatro horas sentados en la terraza rajando sin parar y bebiendo cervezas y vino. Casi a medianoche el sueño pudo con nosotros y nos condujimos cada uno a su cama a hacer seda.

Día 3: Peñíscola
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 0,00 € // Varios: 0,00 €
A falta del cotidiano sonido del despertador, nos levantamos sin madrugar pero sin abusar. Deasyunamos mientras la neblina matutina todavía daba una impresión borrosa a los rayos del sol que se iba elevando sobre el mar.
Dentro de lo poco amigo de hoteles que soy y de que prefiero montaña que playa, tengo que admitir que la terraza frente al mar es algo que me encanta. Desayuno, almuerzo, comida, merienda, cena, charlas, partidas de cartas, lectura,... todo tiene cabida para ser hecho en un terraza. Si obstante, también debo apuntar que disfrutaría lo mismo o más haciéndolo bajo el toldo de la furgo sentado en mis sillas de camping.
Hizo bastante viento toda la mañana pero la cita con la playa cuando estás en la costa es como la misa de los domingos (para quién lo haga), hay que ir. Además no cuesta nada cuando sabes que vas a poder elegir emplazamiento sin problema ya que en estas fechas sobra sitio.
Después de los pertinentes baños (de sol y de agua) volvimos al apartamento para ducharnos y bajar al restaurante a meternos entre pecho y espalda la paella de marisco que habíamos encargado. Nos costó conseguir mesa incluso teniéndola reservada, pero es que al ser domingo, se había multiplicado el número de clientes.
Evidentemente, después del chaparrón caído lo único que se podía hacer era dormir. O cuando menos tumbarse. La verdad es que la vida en la playa llega a basarse en satisfacer los instintos primarios. Y a menudo, eso, te llena de una felicidad muy básica pero plena.
Esa tarde sí que la aprovechamos para ir a dar una vuelta por el pueblo. El casco antiguo de Peñiscola es muy bonito y se encuentra muy bien conservado.

La mayoría de las fachadas de las pequeñas casitas aparecen pintadas en el típico color blanco para evitar la concentración del calor por la acción del sol. Las calles son muy empinadas y todas de piedra, notándose en las más importantes las huellas del paso de las carretas en su tiempo.
Este es el punto comercial de referencia en la ciudad pero a estas alturas del año ya aparecían muchos puestos cerrado e incluso había más de uno vacío. No pasaba así hacía unos años, en los que todos los bajos tenían su tienda de recuerdos, su joyería o su chiringuito.
Estuvimos viendo el desfile de los Moros y Cristianos, conmemorativo de la Reconquista de la península, que llena de color y sonido todo el entorno del castillo.

Lo seguimos hasta la playa, donde antes de entremezclarnos con los pintores ambulantes, dediqué unos minutos a sacar una panorámica del castillo

que complementase a la que había sacado un rato antes desde una de sus almenas.

Desde allí nos marchamos a por el coche que teníamos aparcado cerca del Palacio de Congresos y volvimos al apartamento justo para cenar. Una nueva sesión de terraza, picoteo, vino y charla sin descanso pusieron punto y final al segundo día en Peñíscola.

Día 4: Peñíscola - Logroño
Distancia: 437 km // Tiempo: 5:00 h // Consumo: 40 L
Combustible: 34,80 € // Peajes: 18,30 € // Total: 53,10 €
Alojamiento: 0,00 € // Alimentación: 0,00 € // Varios: 0,00 €

Itinerario VíaMichelín
El último día nos levantamos con más tranquilidad aún. Habíamos estirado un poco más la noche y eso se notó a la hora de ponerse en pie.
Desayunamos como de costumbre mirando al mar, deslumbrados por el reflejo del sol en el agua. Me encantan esos momentos en los que puedes estar mirando la actividad de una ciudad sin que oigas ruidos de coches, sirenas, gente,... Es como ser un mero espectador.
Aprovechamos el último día de playa, seguramente de todo el año, bajando un rato al mismo punto de siempre, frente a la Hostería del Mar.
Un baño, un poco de lectura, tumbarse al sol,... actividades típicas en un lugar como este, hasta la una del mediodía en que recogimos los bártulos para ir a comer. Eva y yo nos volvíamos a Logroño por la tarde y no quería retrasar mucho la hora de salida, así que adelantamos la hora de la comida.
Llevábamos intención de comer ligero, para evitar la sensación de pesadez y amodorramiento durante el viaje, pero poco caso nos hicimos a nosotros mismos. Lo único que pudimos hacer fue acabar la comida con un cafecito para espabilar.
Salimos pasadas con mucho las 16:00, con intención de rodar todo lo posible por carretera nacional evitando los peajes. Fuimos de Peñíscola a Sant Carles de la Rápita, en el sentido contrario que hacía un par de días, y continuamos igual hasta Bujaraloz. Suelo elegir este camino porque han hecho obras en el firme y han dejado muchos kilómetros de carretera muy buena y además está poco transitada, ya que gran parte del tráfico lo asume la Autopista Zaragoza-Lleida. Hace 10 o 12 años, conducir por según que tramos de ese mismo itinerario, podía propiciar una parada por un mareo con bastante facilidad.
Efectuamos una parada y cambio de conductor en una gasolinera en Batea donde aprovechamos para visitar los servicios y comprar algo de merienda, mientras seguíamos lamentando el haber tenido que volver a casa y no poder permanecer unos días más de vacaciones.
En Bujaraloz ya decidimos coger la autopista y hacer el viaje exactamente al revés de como lo habíamos hecho a la ida. Por aquí el tráfico si que se incrementa sustancialmente y la mayor parte de los ocupantes de la vía son transportes que usan una de las vías de comunicación más saturadas, el eje Zaragoza-Bilbao.
Haciendo un nuevo cambio de conductor, cuando ya habían pasado unos 60 kilómetros de Zaragoza, nos encaminamos irremediablemente a lo que serían las horas precedentes a la vuelta al tajo.


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