jueves, 3 de junio de 2010

Comarca de Burgo de Osma: Muriel (y V)

En el día en que emprenderíamos la vuelta a casa nos permitimos el lujo de tomarnos las cosas con más calma, exprimiendo los momentos de estar en la cama más allá que los días anteriores. Habíamos empleado gran parte de nuestras energías acumulando lugares nuevos y aún nos quedaba otra jornada por delante.
Por esta razón desayunamos fuerte y con calma, para afrontar la limpieza de la casa y el recoger todos los bártulos, el viaje de vuelta y, antes que todo eso, nuestro último destino del viaje: la Fuentona de Muriel de la Fuente.
Llegamos hasta allí siguiendo, como en las vísperas, la N-122 pero esta vez desviándonos en Calatañazor. Algo menos de una hora de camino, durante la cual estuvimos recordando los mejores momentos vividos en ese fin de semana que ya tocaba a su fin.
Como no contábamos con mucho tiempo, nos dirigimos sin más preámbulos al parking donde dejamos la furgo junto al punto de información de la zona y comenzamos el paseo.

Hablamos con los encargados del parque que nos aseguraron que no sólo el agua del río era potable, sino que seguramente sabría mucho mejor que la que podemos catar en los grifos de multitud de hogares. Además, nos prestaron un telescopio que tenían montado, para ver las rapaces que poblaban las paredes de los montes circundantes. Allí se encontraban protegidas en las oquedades de las rocas o planeando en busca de alimentos.
Iniciamos el camino hacia la fuente, que supone aproximadamente un kilómetro de recorrido desde el parking siguiendo en todo momento el curso del río Abión.

Aunque algunas empezaron a sentarse en el primer banco con el que nos topamos.

El río Abión en este tramo es sumamente tranquilo y sus aguas cristalinas permiten ver la abundante flora subacuática allí reunida. En ocasiones, en los lugares donde la calma de la corriente lo permite, el río se convierte, según incida la luz, en un auténtico espejo o en una lupa de lo que se advierte bajo la superficie.

Seguimos nuestra ruta por el itinerario marcado mediante hitos y postes indicadores y en el que el avance se ve ampliamente facilitado con construcciones simples perfectamente mimetizadas con el entorno.

Aunque, en determinados momentos, intentásemos complicar un poco la marcha por nuestra cuenta y riesgo con el fin de hacerla un poco más divertida.

El recorrido completo permite una visión cenital del río, siempre rodeado por una grandiosa vegetación, que se encontraba ya en un punto de gran esplendor. Tuvimos la suerte de que, pese a ser domingo, no se produjeron grandes aglomeraciones. El fresco de la mañana y el hecho de haber madrugado más que el resto nos concedieron el placer de disfrutar del paraje con bastante calma. Un rato más tarde, cuando ya nos marchábamos del Espacio Natural, los vehículos de los visitantes ya se amontonaban atascando el camino de entrada (y de salida) hacia el aparcamiento.

Y por fin llegamos al punto fuerte del lugar, el Ojo de la Fuentona, nacimiento del río Abión y punto muy destacado del espeleobuceo nacional. Incluso los integrantes del grupo de Al filo de lo imposible rodaron uno de sus arriesgados capítulos en las aguas subterráneas de la Fuentona.

En ese punto estuvimos durante un rato saboreando los últimos coletazos del viaje, de un fin de semana que nos había descubierto multitud de sitios nuevos y que nos había aportado buenos momentos de los que se hacen completamente necesarios cada cierto tiempo. Todos buscamos con la mirada la entrada a la cueva imaginándonos entrando a la misma y olvidando el resto del mundo.

Poco más daría de sí la salida, desandando lo andado primero hasta la furgo, luego hasta la Aldea y, por último y tras recoger todo lo que habíamos llevado, nuevamente a casa, cansados y con un inmejorable sabor de boca.