domingo, 27 de noviembre de 2011

Camino de Santiago V

Habiendo aguantado las ganas de fiesta que teníamos la noche anterior, el movimiento se produjo en el albergue. Resultó ser una velada sonora hasta el punto en que Pachi primero y otro compañero de cuarto después, se sacaron los colchones al pasillo a dormir... aunque para Pachi no resultó todo lo bien que cabría esperar.
Fuimos muy madrugadores esa mañana y salimos del albergue aún con las calles a oscuras y con vecinos que regresaban a casa después de toda la noche disfrutando las fiestas.

Avanzamos tranquilos en el desperezarse de cada mañana por las calles de Estella buscando la salida que nos encamine hacia Ayegui. La etapa que nos aguarda no será demasiado larga pero nos la queremos tomar sin prisa, sin tiempos de llegada marcados.
Al poco de salir nos encontramos bajos las murallas del monasterio de Irache, habiendo pasado cinco minutos antes por la Fuente del Vino, en las bodegas Irache donde muchos peregrinos echaban el típico trago para "coger fuerza y vitalidad".

Dejamos atrás las murallas del antiguo hospital de peregrinos cuando ya la luz es patente a nuestro alrededor y el sol empieza a calentar la tierra.

Ha sido una noche muy despejada, sin nubes en el cielo que mantuvieran el calor cerca del suelo y, aunque al sol se nota el calor aumentado por la actividad, la sombra resulta fresca y obliga a apretar el paso.

Pasamos sin pena ni gloria por Azqueta, un pequeño grupo de casas apiñadas, rumbo a la primera parada programada en el camino, el último pueblo que crucemos antes de llegar al final, Villamayor de Monjardín. La vida ya ha despertado completamente a estar horas, aunque es seguro que algunos llevan ya por los campos bastante tiempo, impasibles ante la grandeza de los paredones de la sierra de Urbasa.

Visible incluso en jornadas anteriores, ya nos encontramos casi al pie de otro de los puntos más reconocibles del Camino de Santiago, el castillo de Mojardín que se levantó en torno al siglo X en una altozano a 890 m de altitud. La curiosa forma del monte en el que está construido está ya al alcance de nuestros pies.

Y medio kilómetro antes de la entrada al pueblo nos encontramos la fuente de Monjardín, un monumento medieval que también tuvo que ver con Carlomagno, cuando este mandó quedarse en el campamento a los 150 hombres que un ángel le había señalado que perecerían. A su vuelta de combatir con el caudillo Furré, se los encontró a todos misteriosamente muertos.

Aprovechamos para hacer un merecido descanso. Habíamos recorrido nueve kilómetros ya, el sol estaba empezando a calentar con ganas y por delante nos esperaban otros once kilómetros sin ningún pueblo para avituallar. Nos sentamos en una mesa de la terraza en el bar del frontón, al tiempo que una pareja de estadounidenses (creo) levantaban el nido donde habían hecho noche. Su alojamiento ese día había sido la esquina del frontis envueltos en sus sacos.
Justo al lado hay un busto en conmemoración de Sancho Garcés, que fue enterrado en el castillo de Monjardín, que se llamaba originariamente castillo de San Esteban de Deyo.

Muchos peregrinos, por no decir todos, tuvimos la misma idea de avituallar en condiciones el el pequeño pueblo. Era un preparación para el largo tramo hasta otra población que sería ya el objetivo del día, Los Arcos. El hecho de que todos decidiésemos parar el mismo lugar, provocó que la puesta en marcha de nuevo resultase más multitudinaria de lo normal.

Aunque cueste creerlo, pocas fotografías tomamos en el resto del camino hasta nuestro destino. Resultó un tramo largo, cansado y muy aburrido. El paisaje se hace en esta zona más llano y monótono, muy seco y muy repetitivo.
Paramos un rato a la sombra que buenamente pudimos rascarle a un arbolito, mientras veíamos como nos iban adelantando muchos de nuestros compañeros de viaje, caminando bajo el duro sol del mediodía.

Los últimos metros se hicieron bastante duros para mi tras sufrir un pinchazo de dolor en la rodilla izquierda mientras bajábamos la última rampa hacia Los Arcos.

Miramos un par de sitios antes de elegir hospedaje, pero creo que acertamos plenamente, por el buen ambiente que generaba nuestro albergue, la Casa de Austria, regentado cada 15 días por personas diferentes, eso sí todas extranjeras y sin idea de castellano. Aquello era una amalgama de nacionalidades, culturas y acentos que resultaba casi lo normal, lo esperado, en un entorno como ese.

Tuvimos una habitación para nosotros cuatro, lo que supone claramente una ventaja aunque hubiera que compartir el baño con el resto de los alojados (que hay que decir que estaba muy limpio). Salas de juegos, comedores, balcones y una terraza interior (la que se ve en la foto) que daban un ambiente cálido y hogareño.
Salimos a comer y un niño de 12 años nos recomendó un lugar, el Mónaco, donde comimos un menú de lujo y mis compañeros de mesa se partieron de risa unas cuantas veces de lo cansados que estaban. Tanto como para contagiar las carcajadas a una señora que se sentaba en otra mesa y que no entendía el español pero sí las risotadas que pegaban los tres.
Nos fuimos a echar un siesta al albergue. La mía de 45 minutos, la suya de 2:30 horas. Y después dimos una vuelta por el pueblo (bueno, yo dos) acercandonos hasta la plaza de la iglesia de Santa María, donde primero hicimos la compra y luego nos tomamos unas cervezas sentados en la terraza de un bar.

Cenamos en el albergue hasta que a las 22:00 se nos hizo la hora de ir a dormir, esperando impacientes las jornada que nos llevaría a pasar por casa, a dormir en nuestras camas. Pero sería todavía dentro de unos cuantos kilómetros.

Te puede interesar:
Información sobre el Camino de Santiago = 
link web de Consumer.
 
LOS ARCOS
¿Dónde comer? = Restaurante Mónaco, un pequeño lujo de menú por 14€.
¿Dónde dormir? = El albergue La Fuente, Casa de Austria, es el que nosotrs recomendamos. Divertido, completo y con encanto, por 8€/persona (10€ en habitaciones reducidas).

DATOS DE LA ETAPA
Distancia = 21,5 km.
Desnivel positivo = 330 m.
Altura mínima / máxima = 420 / 680 m.

Porcentaje asfalto / tierra = 15 / 85.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Camino de Santiago IV

Lo de dormir en habitaciones de dos personas supuso, esa tercera noche del Camino, el poder descansar un poco más en condiciones. Silencio a la hora de ir a la cama, reducción (que no eliminación) de los ronquidos, colchón en condiciones,... la reserva de habitaciones en el Albergue Jakue fue una decisión acertada.
No madrugamos en exceso, pero nos pusimos en marcha cuando aún las primeras luces no cubrían las calles, que necesitaban de la iluminación de las farolas para ser transitadas.

El paseo por las calles de Puente la Reina antes del alba, resulta fresco pero muy bonito. Los colores de la piedra a la luz de las bombillas y los reflejos rojizos del amanecer, nos llevan en volandas hasta el puente sobre el Arga, el Puente de la Reina. Como el resto de puentes de la ruta jacobea, jugó un papel muy importante en la vida de los peregrinos a lo largo de los siglos. Símbolo del paso de lo terrenal a lo celestial, están cubiertos de imágenes de ritos y leyendas, pero suponían a los peregrinos el pago de las tasas exigidas para cruzar el río.

Mientras vemos como el resto de compañeros de viaje empieza a llegar al famoso puente de seis ojos, nosotros caminamos sobre las desgastadas piedras viendo ya la claridad del día con mayor energía.

Nuestras primeras miradas a un cielo cada vez más iluminado, presagian la llegada de una jornada parcialmente cubierta, cosa que nos vendría de maravilla para completar los 23 kilómetros que tenemos hasta Estella.

A la media hora larga de haber emprendido la marcha, topamos con el duro ascenso hasta Mañeru. Una intensa subida de unos quinientos metros de largo y terreno de arena y gravilla que despierta los ánimos... o los atrofia. Allí encontramos la tienda de campaña de los chicos ingleses que viajan sin hospedajes.

Y de un modo fugaz atravesamos las calles del pueblo, rebosantes de fuerzas aún a esta horas. Sin embargo, mis doloridas articulaciones estaban empezando a darme el peor trozo de todas las etapas que hicimos.

De nuevo, como los días anteriores, el sol hace acto de presencia, llenándolo todo de colores vivos, brillantes, llevando nuestras mentes y nuestras piernas, pisada tras pisada, siempre hacia delante.

Continuamos avanzando hasta el vecino Cirauqui, con cuyos habitantes se mantuvieron años de conflictos por la marcación de los límites territoriales con Mañeru. Poco más de dos kilómetros que recuerdo con mal sabor de boca: se convirtieron en unos de los pasos más dolorosos de todo el tramo de Camino de Santiago que hicimos este verano. Poco después me vería obligado a tomar un ibuprofeno para aliviar mis rodillas.

Decidimos hacer en ese pueblo nuestro primer descanso, sentados en una pequeña plaza donde muchos otros peregrinos ya se habían acomodado y daban buena cuenta de sus provisiones. Nosotros tuvimos que compartir las nuestras con un amigo improvisado, Michifu, un gato bizco que se acercó a nosotros miedoso pero empujado por el hambre.

Atravesamos Cirauqui, subiendo primeramente hasta la ermita de San Román, un beato al que cortaron la cabeza sus torturadores para que dejara de predicar. El recorrido por las calles del municipio resulta embriagador, envuelto en las típicas casonas tradicionales de la campiña navarra.



Las flechas amarillas abandonan el pueblo, una vez que hemos descendido lo que nos habían hecho subir, por la antigua calzada romana que unía Pamplona con Logroño, tan usada por los peregrinos jacobeos y de la que apenas quedan unas cuantas losas y las ruinas del puente sobre el arroyo de Iguste.

Una buena tirada nos separaba del siguiente núcleo habitado, unos 10 kilómetros a Lorca. Caminamos en todo momento paralelos a la Autovía del Camino de Santiago, la A-12, la cual cruzamos en varias ocasiones por arriba o por debajo.

Pasamos el pueblos sin detenernos mucho hasta llegar al final, donde paramos en un banco a echar un bocado. Frente a los chalets que se levantan en esa zona de Lorca, vimos pasar a muchos peregrinos mientras comíamos y recuperábamos un poco los músculos mediante estiramientos y algo de relajación.
Emprendimos después el último tramo de la etapa, con ganas de llegar a puerto y comenzando a sentir los rayos de sol cayendo sobre nosotros y sobre el resto de moradores de los caminos y campos navarros, mientras se abrían paso a través de las grandes nubes que cubrían el cielo.

Al paso por Villatuerta, aunque no íbamos demasiado faltos de fuerzas, preferimos parar a tomar unos refrescos antes de afrontar los cinco kilómetros escasos que nos restaba completar.

Compartimos, sentado en la terraza de un bar, charla con una chica del pueblo. Ésta nos informó de que en Estella estaban en fiestas y le solicitamos información sobre qué albergue elegir y por dónde movernos. Con ánimo y alegría nos pusimos en marcha de nuevo y en menos de una hora llegábamos a nuestro destino, el cual tuvimos a la vista durante buena parte de este paseo final.

Dejamos atrás el templo del Santo Sepulcro y en pocos minutos alcanzamos el albergue de peregrinos junto al puente románico del río Ega. Ya hay una larga fila de caminantes esperando para registrarse o para sellar la credencial, así que nos pusimos a la cola y esperamos nuestro turno. Diré, como opinión puramente personal, que las habitaciones y el hombre que regentaba el alojamiento en aquel momento, no son precisamente merecedores de halago por mi parte. Él, bastante tosco, y las habitaciones, algo austeras y con baños compartidos para hombres y mujeres. Como punto bueno, el bonito y bien ambientado patio interior y las vistas desde el cuarto.

Con los pies cansados, pero con la satisfacción que da una ducha después del ejercicio, salimos a dar un paseo y buscar un lugar para comer. Y lo encontramos en un bar-restaurante, en el que otros caminantes como nosotros nos invitaron a compartir mesa, gesto que aceptamos con gusto. Al final juntamos una mesa con riojanos, valencianos, canarios, catalanes y un brasileño, en la que contamos historietas de cada cual y disfrutamos de una magnífica compañía. Desde aquí un saludo para todos.

De vuelta en el albergue, Pachi y yo decidimos saltarnos la siesta y directamente bajamos al comedor a jugar al Mikado, hecho este que suscitó gran expectación en nuestros vecinos. Incluso apuntamos nuevos jugadores a medida que pasó el tiempo. Cuando bajaron las chicas, salimos al patio y volvimos a socializar creando un buen grupo de gente, cada cual de su padre y de su madre, hablando, riendo y opinando de todo tipo de temas. Es una de las cosas que me gustó del Camino de Santiago, la voluntad que encuentras en las personas de pasar un buen rato con cualquiera que tenga alrededor.
Otra vuelta por la ciudad para ir a comprar algo para la cena, lo justo para unos bocadillos completitos que nos dieran suficiente aporte energético para continuar la marcha al día siguiente.

Nuevamente en la cena compartimos mesa con parte de nuestro comensales de la mañana y de los contertulios de la tarde. Las risas y algarabías se prolongaron hasta casi las 22:00, momento en el que el hospitalero nos llamó al orden y nos hizo recoger el chiringuito. Aunque el buen rollo, el ambiente festivo del pueblo y la agradable temperatura no invitaban a ello, nos recogimos e intentamos dormir entre un auténtico concierto de instrumentos de viento.

Te puede interesar:
Información sobre el Camino de Santiago = 
link web de Consumer.
 
ESTELLA - LIZARRA
¿Dónde comer? = No puedo opinar,  al encontrarse en fiestas sospecho que abusaron un poco con el precio.
¿Dónde dormir? = El albergue de peregrinos, no es muy moderno, pero está bien ubicado y su patio interior da mucho juego por unos 8€/persona.

DATOS DE LA ETAPA
Distancia = 23 km.
Desnivel positivo = 270 m.
Altura mínima / máxima = 350 / 470 m.

Porcentaje asfalto / tierra = 40 / 60.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Camino de Santiago III

Después de otra noche de ronquidos, aunque en esta ocasión sobre colchones más cómodos y agradables, somos los más madrugadores de nuestro cuarto. De esta manera nos evitamos los líos en el baño y podemos sacarnos unos cafés en la máquina sin hacer colas. La mañana empieza con la preparación de las mochilas y la aplicación de cremas hidratantes a nuestros pies, importantísima parte de todas las que entran en juego en el Camino de Santiago.
Cuando salimos del albergue es aún de noche y nos encontramos con algún rezagado en la vuelta a casa de la noche anterior. Avanzamos ya por camino cuando las primeras luces violáceas hacen acto de presencia tímidamente.

Desde el primer momento tenemos a la vista el hito más remarcado de la jornada, el alto del Perdón, en el que deberemos salvar un considerable desnivel tanto de subida como de bajada. Los aerogenaradores que pueblan su cresta cimera nos servirán de canto de sirena en la primera mitad de la etapa.

Antes de embarcarnos en esta pequeña aventura, pensaba en el inicio de cada día como uno de los momentos más difíciles a nivel psicológico; sin embargo, una vez en el Camino, resultó ser todo lo contrario, sirviendo para desperezar el cuerpo y ir poniéndose poco a poco en marcha. Además, gran parte de los días, esta primera hora de marcha nos obsequiaba con preciosos amaneceres.

Compartimos el momento del orto de ese día con unos amigos a los que el sol les hace tanta falta como a nosotros mismos.

El inicio de la etapa es en continua pendiente ascendente, con pequeños repechos algo más empinados. Siempre avanzamos por pista ancha de tierra, muy cómoda, y las temperaturas son bastante agradables desde la salida. Sin dar las 8:00 de la mañana ya se puede andar en mangas de camisa. Pronto encontramos el primer indicador con distancias hasta nuestro destino, Puente la Reina. No obstante, nunca hicimos mucho caso de estos carteles que en ocasiones dan informaciones totalmente contradictorias.

La luz que incide casi horizontalmente sobre la tierra, provoca unos colores muy bonitos en los campos de trigo segados.

Son momentos estos del amanecer que todos los días nos permiten obtener impresionantes fotografías, pero ese día, la intensidad de la luz, los colores de la tierra, las nubes amenazantes de lluvia,... todo lo que nos rodeaba se puso de acuerdo para deleitarnos con un rato de imágenes increíbles.

Pero, dejando a un lado la belleza de los paisajes, las nubes parecían indicarnos que íbamos a tener una jornada con más complicaciones de lo deseado. La vistas hacia el Este o hacia el Oeste, eran profundamente diferentes.



Apresuramos el paso para intentar salvar la mayor distancia posible antes de que comenzase la tromba de agua, confiando en que la dirección del viento alejará la tormenta de la dirección de nuestros pasos como nos parecía entender.
Llegamos a Zariquiegui aproximadamente una hora y media después de haber salido de Cizur, habiendo hecho una mínima parada a comer un plátano junto al recordatorio de un peregrino fallecido. Este es el segundo que veíamos en 2 etapas y media y sería algo que se repetiría más veces en lo que nos quedaba pro delante.
Cuando alcanzamos el pueblo, daba la sensación de que era bastante posible que nos librásemos de mojarnos, así que decidimos seguir adelante sin parar, sabiendo que no encontraríamos otro pueblo hasta haber cruzado el Perdón.

Enseguida vemos el collado que forma el paso por el alto del Perdón, así como toda la cresta cimera fuertemente ventosa. Motivo por el cual se ha instalado un parque eólico en todo el cordal.

Este es un tramo en el que hay que armarse de paciencia y seguir adelante sin pensarlo. La pendiente gana grados, aunque el camino es fácil y el paisaje muy bonito, haciendo que la mente se pueda evadir un poco de la subida. Será uno de los puntos donde más gente se adelanta o te adelanta porque aquí cada uno tiene que seguir su propio ritmo olvidando un poco a los demás.

Nuevamente el cielo encapotado nos regala bellas estampas cuando permite el paso de los rayos del sol por algún hueco.

Arriba hacemos un pequeño agrupamiento a falta de Pachi, que ha decidido bajar un poco para ponerse a resguardo del fuerte viento que reina. Los demás aprovechamos para comprar unos bocadillos para almorzar a un hombre que sube allí con su vehículo lleno de alimentos y latas de bebida.
Donde en tiempos se levantaba el hospital de peregrinos y la ermita de la Virgen del Perdón, hay hoy una curiosa escultura de Vicente Galbete, representando a los peregrinos de las diferentes épocas en una misma caravana. Nosotros no dejamos pasar la oportunidad de retratarnos con ella en el punto "donde el camino del viento se cruza con el de las estrellas".

Mirando a la otra vertiente parece que el tiempo va a mejorar. Se nota fresco en lo alto del monte, pero en cuanto emprendemos la bajada para encontrarnos con Pachi y disfrutar las viandas recién compradas, notamos un alivio al dejar de sentir el viento. Parece que sólo habrá que preocuparse del dolor de rodillas en el descenso.

Además de comernos los bocadillos de tortilla y de jamón, algo de fruta y beber agua, en mi caso me parecía oportuno hacer un breve descanso antes de seguir el camino cuesta abajo, teniendo en cuenta lo mal que nos habían hablado de ello y lo que habíamos leído en las guías. Mis rodillas iban ya un poco tocadas y el miedo a la bajada, que es donde más sufría, estaba latente.

A rebufo de Berta, que marcaba un ritmo potente pero que me resultó asumible, hice todo el tramo más empinado y pedregoso usando los bastones casi como muletas. Era doloroso por mi situación, pero nos resultó a todos mucho más cómodo de lo que esperábamos; parece que hay demasiado mito en ese trozo del recorrido. Con calma y tranquilidad se baja sin ninguna complicación ni sufrimiento.
Cuando la cosa allanó un poco Pachi y yo no pusimos en cabeza. Aproveché para avanzar fuerte cuando encontré un paso muy cómodo de aguantar y que mantuvimos hasta Uterga, donde esperamos a las chicas sentados en la terraza de un bar donde comimos algo de chocolate y tomamos unos Acuarius. Fue una pausa rápida, con estiramientos incluidos, para continuar caminando viendo ya desde lejos ese hito en el trayecto.

Solo 4,5 kilómetros nos separan de Óbanos, tras un fugaz paso por Muruzábal. Un tramo algo aburrido para hacer solo y en el que nosotros agradecimos la compañía mutua que nos dábamos. Fue en este lapso cuando vimos al peregrino francés que ya nos habríamos cruzado la jornada anterior, cosa que nos resultó curiosa. Dedujimos que iba en coche hasta los finales de etapa y luego las hacia de ida y vuelta.
Entramos al pueblo por su lado Norte, con una subida en la que ya mis rodillas empezaban a pedir que se acabara la marcha.

La población de Óbanos nos pareció bonita como pocas de las que nos cruzamos, con una plaza del Ayuntamiento perfectamente cuidada. Allí mismo, nos contaba un vecino la tradición de hacer el 20 de Agosto la representación del Misterio de Óbanos entre todos los vecinos del pueblo.

Sin pensar en descansar, tan cerca como estábamos del final de la jornada, nos detuvimos allí un cuarto de hora, mientras conversábamos con ese amable señor, observábamos la plazoleta y sus edificios e intentábamos cotillear el interior de la iglesia.



Continuamos hacia Puente la Reina - Gares, saliendo del pueblo en descenso hacia la carretera de Enériz mientras atravesamos un barrio de chalets de aspecto caro, donde encontramos otro lugar en el que parar a hacer el payaso (cosa harto sencilla).

En un santiamén recorremos los poco más de 2 kilómetros hasta la villa medieval en la que pasaremos el resto del día y la noche. Caminamos cansados incluso habiendo sido ésta la etapa más corta hasta el momento. Los pies se merecen un descanso y un masajito y ya nos lo imaginamos cuando vemos aparecer la figura de nuestro alojamiento, el albergue Jakue.

Nos acercamos a recepción a hacer el check-in, ya que esta noche la habíamos reservado en este lugar en el que las habitaciones son dobles/triples, para descansar del bullicio nocturno que reina cuando duermes junto a otras 15 personas. Nos piden esperar hasta las 12:00, hemos acabado bastante pronto, y nos permitimos unas cañas en la terraza del hotel, que compartimos con dos singulares personajes que se relatan sus aventuras amorosas de pago.

Nos duchamos y vamos a dar una vuelta por el pueblo buscando un sitio para comer. Para mi uno de los peores ratos porque me resulta más incómodo para las rodillas al ir en chanclas. Comemos en un lugar del centro, un menú asequible y ciertamente delicioso (en mi caso magret de pato), y volvemos al albergue a echarnos una reparadora siesta, la de los chicos sensiblemente más corta que la de las chicas.
Después nos dimos otro paseo por la villa, pequeña pero animada y con rincones muy bonitos. Aprovechamos para comprar cosas en la farmacia, entre ellas 2 rodilleras para mi, un artículo muy demandado esa tarde; en 10 minutos presenciamos la venta de 6 unidades de diferentes tipos.

El casco viejo del municipio es muy atractivo para pasear e investigar sobre su historia, profundamente marcada por la ruta jacobea, que fue la causa del nacimiento de Gares. A nosotros nos encandilaron las terrazas y en una de ellas degustamos unas cervezas antes de volver al albergue a cenar. Y precisamente en ese momento compartimos mesa con un par de chicas y un chico de Logroño, que se encontraban haciendo el Camino de Santiago también. Y, como todas las noches, pronto a la cama, que viene el coco.

Te puede interesar:
Información sobre el Camino de Santiago = 
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PUENTE LA REINA - GARES
¿Dónde comer? = Busca un restaurante en la c/ Mayor; cualquiera puede ser buena opción.
¿Dónde dormir? = El albergue Jakue ofrece habitaciones triples con baño por un precio de 36€. Si prefieres habitación para 6 personas con baño, sale a 10€/persona.

DATOS DE LA ETAPA
Distancia = 19 km.
Desnivel positivo = 430 m.
Altura mínima / máxima = 350 / 780 m.

Porcentaje asfalto / tierra = 15 / 85.